Muchos lectores creen, y están en su derecho de pensarlo, que las críticas al alcalde mayor de Bogotá, Luis Eduardo Garzón, no tienen otro motivo que su posición izquierdista y su filiación al Polo Democrático. Puede ser que algunos se afinquen en tales razones para hacerle oposición al señor alcalde. No es así en el caso de este columnista. Yo voté por Luis Eduardo Garzón, como presumo que lo hicieron otros miles de liberales, esperanzado en que su reconocida posición de izquierda, de sindicalista veterano y aguerrido y de miembro de un partido de avanzada como el Polo, que está o dice estar en el polo opuesto del neoliberalismo, nos permitiría ver en Bogotá un gobierno socialista en acción.
No lo hemos visto, hasta el momento, ni lo veremos en los meses que le restan a la administración del doctor Garzón. Sus supuestas acciones de corte socialista no son nada distinto del asistencialismo tipo "obras de caridad" que no solucionan los problemas sociales.
Y de lo que se trata el socialismo es de dar soluciones definitivas a dolencias ancestrales que el régimen capitalista salvaje, cuya expresión doctrinaria es el neoliberalismo, no ha solucionado, no porque no pueda, sino porque no quiere. La ciega oligarquía dominante piensa que el statu quo de miseria general, de mediocridad y de subdesarrollo es lo que más conviene a sus turbios intereses. Ahí está para la muestra nuestro arrodillado Congreso, que acaba de aprobar la ley de recorte de las transferencias y le ha dado un golpe de muerte al desarrollo regional, con el oxidado pretexto de garantizar la "tranquilidad fiscal".
Garzón, Luis Eduardo, corre el riesgo de pasar como el peor alcalde de Bogotá en su historia, no obstante que es hombre bienintencionado; pero se montó en el bus de la alcaldía por una circunstancia electoral favorable, sin saber a dónde iba, ignorante de la ruta. En otras palabras, Garzón no tiene idea de urbanismo y terminó asesorado por neoliberales. Me atrevería a decir que quien de verdad ha gobernado la ciudad en estos cuatro años ha sido el doctor Enrique Peñalosa. Así se deduce de los planes de "recuperación" que maneja una entidad de corte neoliberal, la Empresa de Renovación Urbana (ERU). Así nos lo informa la edición impresa de EL TIEMPO, con un título según el cual 'Están listos los planes para poner orden en 4 zonas de Bogotá'. Esos planes zonales, como están expuestos, completarán la desintegración de la ciudad y destruirán el centro histórico, es decir, dejarán sin eje a la urbe. El Secretario de Planeación Distrital justifica la expansión al norte con el cuento de que "aquí se aplica un principio de desarrollo urbano muy claro: los propietarios de los predios obtendrán beneficios representados en el derecho a edificar y por eso tendrán que asumir (¡ojo!) los costos de ejecución de las obras de infraestructura física (vías) y de servicios públicos". ¿Y sí se cree eso el señor Secretario? Es el clásico principio neoliberal en que la administración se sacude sus responsabilidades para que las asuman "los particulares", no los propietarios. Estos nunca asumen riesgo alguno. De ahí la pésima calidad con que se están construyendo, a tontas y a locas, las urbanizaciones en Bogotá.
¿Por qué se ha negado el alcalde Garzón a constituir un comité ciudadano de urbanistas, no de urbanizadores, de ingenieros, arquitectos, historiadores y vecinos, que estudie la recuperación del centro y presente un proyecto de estatuto orgánico de la Cité, que le permita tener a Bogotá, como todas las grandes ciudades, un centro histórico, regulador de la vida urbana? ¿Por qué se le ha entregado la suerte del centro a una repentina ERU, que parece más bien una empresa de negocios, y se quiere implantar a como dé lugar y con sospechosa premura una supuesta "recuperación" del centro que terminará por destruirlo?
Otras fallas de la administración que este año concluye: pésimo funcionamiento del servicio de TransMilenio, que viene con defectos de origen. No ha sido capaz la administración de corregir esos errores de las fases I y II, y se empeña en embutirnos, con el apoyo de los concejales peñalosistas, la fase III. El medio ambiente se deteriora cada día, sin que a la administración parezca importarle. Los cerros orientales se ven tan pelados como en la histórica fotografía que tomó en 1841 el barón Gros, y se siguen urbanizando. Lo mismo ocurre con el pulmón de Suba. La ciudad está plagada de semáforos innecesarios, que debieron costar una millardada y que han contribuido a empeorar los trancones. O, mejor, que son una de las causas de que no exista vía en Bogotá sin trancón propio. Y dizque la Alcaldía entró en el frenesí de hacer en un par de meses lo que no hizo en cuatro años: tapar quince mil huecos.
Lamento decirlo, pero la administración neoliberal del socialista Luis Eduardo Garzón ha puesto a Bogotá en el rumbo directo hacia el desastre por una ruta empedrada de buenas intenciones.