Por Claudia López. Publicado en El Tiempo el 4 de junio de 2007
La supuesta razón de Estado que aduce el Presidente para liberar unilateralmente a guerrilleros de las Farc tiene más sabor a venganza e imagen personal que a sabia estrategia nacional. El Presidente odia a las Farc. Sentimiento comprensible si se recuerda que mataron a su padre y han atacado miserablemente a su familia. Pero el odio ni sanará su corazón, ni liberará a los secuestrados, ni derrotará a las Farc. Temo que todo este agite quedará en un discurso que ensalza la liberación unilateral de guerrilleros como prueba reina de la 'voluntad' del Gobierno y la intransigencia de las Farc, sin que ningún secuestrado sea liberado ni ninguna negociación de paz iniciada. En otras palabras, terminará en que la imagen intransigente del Presidente disminuye, la presión internacional afloja, las Farc quedan mal y se crea un antecedente que justificará la posterior liberación de los ¿parapolíticos¿. ¿Esas son las razones de Estado?
El secuestro es un delito de lesa humanidad, condenable desde todo punto de vista e injustificable. El problema es que los secuestradores de la guerrilla no piensan así y han tenido el poder económico y militar para imponer su propio pensamiento. El decidido esfuerzo nacional, y de este gobierno en particular, por exterminar militarmente a las Farc ha fracasado. Miles de colombianos siguen secuestrados y el conflicto armado sigue cobrando víctimas a diario. Es cierto que no podemos hacer una negociación cualquiera por liberar a los secuestrados de hoy arriesgando la seguridad nacional e individual de otros y valorizando el arma del secuestro como medio económico y político. Pero tampoco podemos recargar en las familias de los actuales secuestrados nuestra seguridad de hoy y de mañana.
Las Farc son una organización criminal y mafiosa, pero con pretensiones de poder político y una estructura de mando jerarquizada. Si fueran solamente una banda de secuestradores se dedicarían al secuestro de personas con más valor económico que político y la negociación por su liberación se limitaría a establecer el monto de la recompensa. Los inmensos recursos que reciben por el narcotráfico bastarían para no tener que incomodarse con secuestros. Secuestran a políticos, policías y soldados porque son una fuente de negociación política, no una gran renta financiera.
Ante un desafío de esa naturaleza, lo único que justificaría la liberación de guerrilleros es que a cambio liberen a los secuestrados o se inicie una negociación de paz. Sin alguno de esos resultados, la liberación sería una irresponsabilidad mayúscula. Las Farc han dado todas las pruebas de que menosprecian su imagen pública y política. Creer que ahora sí les va a preocupar es cuando menos iluso. Los secuestrados están en poder del secretariado de las Farc, no de sus guerrilleros presos. Cualquier acto que desconozca al secretariado como instancia de mando y negociación radicalizará su ya intransigente posición frente a los secuestrados y frente a una posible negociación de paz.
El Presidente ha negociado con paramilitares a los que justifica, aunque son tan asesinos, terroristas y nazis como él dice que son las Farc. Para iniciar las negociaciones no les exigió entregar las fosas ni los restos de los miles de colombianos que descuartizaron. No tuvo inconveniente en aceptar a mafiosos de jefes paramilitares y darles estatus político y negociador. Les sostiene los beneficios aunque siguen delinquiendo y narcotraficando.
El odio parece ser el que le impide al Presidente reconocer al secretariado de las Farc como instancia negociadora para conseguir la libertad de los secuestrados y la paz. Lo que está en juego es la vida de los secuestrados y las posibilidades de alcanzar una paz negociada que ponga fin al conflicto armado, no quién luce más o menos intransigente. Ni el odio, ni hacer quedar mal a las Farc, ni mucho menos justificar la futura liberación de 'parapolíticos' son razones de Estado. Serían solo maniobras irresponsables que ponen en riesgo la vida de los secuestrados y los intereses de la nación.